Solariega del tiempo

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13 de mayo del 2002 – Juan Astuto Sinmiedo
C/ Los Sigilos nº5 - San Miguel de los Sinos
c.p.(54321)
 
Estimada amiga… ¡Hola Leonor! hace tiempo que recibí tu carta, siento haber tardado tanto en contestar es que… bueno, últimamente estoy liado… me he comprado una casona solariega de tres plantas a las afueras del pueblo ¿Sabes? ¡Por un precio muy razonable! y las mudanzas... ya sabes todo el jaleo que conllevan; un palizón: mueble arriba, mueble abajo, los libros por aquí, el ordenador por allá... pero ya casi, casi que lo tengo todo en su sitio. Estaría bien que vieneses a visitarme.
 
No sé si relatarte lo que me aconteció la pasada noche del miércoles, pero me rondan en la cabeza los recuerdos sin parar y comienzo a estar algo preocupado; A ver, dicen las gentes que donde se levanta esta casa antes había un… bueno, ya sabes cómo son las gentes de pueblo.
 
El caso es que la otra noche, la del miércoles, estaba en el piso de arriba (Que es donde he instalado uno de los dormitorios para invitados, mi estudio de trabajo, y mi cuarto) tan absorto programando mi último virus que se me pasaron las horas a una velocidad estrepitosa, y fue durante el momento en que tomé conciencia de que estaba cabeceando delante del monitor, cuando decidí apagar el ordenador e irme a la cama. Pese a que por costumbre tengo el hábito de poner música para acostarme, hubo algo que me invitó a no hacerlo.
 
En esa fría noche de luna nueva, ya tendido en la cama bien abrigado, estaba a punto de traspasar esa barrera que nos separa del mundo de los sueños cuando, de pronto, oigo como cae algo de la techera1 del armario… manteniéndose firme sobre el suelo, allí mismo, a medio metro de mi cama; se me agita la respiración durante un par de segundos hasta que me da tiempo a reaccionar y me quedo inmóvil, aunque el corazón seguía al ritmo de las pisadas de un vigoroso caballo bajando al galope por las lomas de una tormenta.
 
Disimulando estar dormido, me contuve unos instantes intentado escuchar algún ruido extraño en mi entorno y pienso: -¿Me quedo en este plan o enciendo la luz?-.
 
Me armé de valor y decidí, que fuera lo que fuese me enfrentaría a la verdad, pego la luz, y mientras la vista se iba acostumbrando a la claridad, me incorporo y me quedo perplejo al comprobar que en la habitación, no había nada… ¡Nada! Vuelvo a acostarme y apago la luz de la lámpara de la mesilla de noche. Intento dormir, pero el sobresalto que acababa de experimentar no permitía, por el momento, que esto fuese posible, y… más ruidos, esta vez en el tejado, como algo caminando, aferrándose a las raídas tejas con sus uñas. Quizá fuese esa enorme lechuza que viene a visitarme cada noche a través de la ventana. Evidentemente no iba a salir al tejado a estas horas de la madrugada, así que intenté volver a dormir, y poco me faltaba para salir triunfante de aquella empresa cuando volvieron a despertarme los ruidos, sin embargo, esta vez eran pasos en el pasillo de abajo. Los estridentes sonidos del tejado habían cesado, y de pronto me vienen a la mente incontables conversaciones en las que una amiga mía, antigua propietaria de la casa, me comentaba entre otros sucesos dichos pasos. Como en el pueblo siempre la hemos tenido por un poco loca, nunca le había prestado demasiada atención a sus desvaríos psicológicos hasta aquella misma noche, y más acongojado me quedé aún si cabe al recordarlo.
 
Me dije a mi mismo: Recapacita, sé un ser racional y mira a ver quién hay ahí abajo, no te vayan a robar la casa y tú aquí arriba sin hacer nada-. Decidí por fin salir al pasillo y asomarme a la barandilla, pero mientras me sentaba en la cama para ir a ver que había al otro lado de la puerta, oí como los impávidos pasos sepulcrales empezaban a subir lentamente con una pisada segura por las escaleras ¡joder! se erizaron los pelos y el cuerpo quedó paralizado, intentaba moverme pero no podía, había algo que lo impedía. Tras una fructuosa lucha interior conseguí ir hacia la puerta; pero para trancarla bajo llave y volver de ipso facto al lecho; ahora me arrepiento tanto de no haber abierto aquella puerta…
 
1Techera: Dialecto de la Isla de La Palma. Proviene de techo. Dícese de la "azotea" de los muebles.
 
Relato corto de terror y fantasía incluído en el número combinado 5-6 de la revista crítica y Literaria Leñalmono. Aunque su publicación corresponde a finales de verano del año 2017 en Santander, Cantabria, la obra fue escrita durante el invierno de 2002 en la isla de La Palma, Canarias.

La portada a cargo de Jesús Alberto Perez Castaño

izq. Solariega del Tiempo dch. versos de la poeta Dori Campos